Capítulo 5
Había llegado el día central del invierno. Fecha de suma importancia en la cuenta de los ciclos naturales. Este momento del invierno era muy tenido en cuenta por las antiguas culturas de la Diosa-madre-Tierra. Representaba un profundo patrón de la evolución individual, colectiva y global. Simbolizaba el reconocimiento de la identidad personal como especie, y como toma de conciencia de la concentración de la energía sutil en energía material, para la continuación de la vida en esta Tierra. Este día se celebraba con el símbolo del fuego, pero no el fuego que proporciona nuestro sol, sino el fuego del centro de la Madre-Tierra, Atadamana, la fuerza vital que da impulso a todos los demás sistemas que conforman a su vez los ciclos naturales (en todos los seres). En esta fecha también se visualizaba la dirección a seguir en todos los ámbitos de la existencia (comunidad, familia, cosecha, búsqueda de nuevos horizontes, etc..) y en total coherencia con el momento.
Para Tagooreste y Aquerata, al igual que para el resto de los habitantes de Tamaran, había llegado el momento de interiorizar la realidad tal y como se presentaba. Había que salvaguardar la esencia de su cultura y su sabiduría ancestral. Parte de esta tarea era bien sencilla, las personas que invadieron la isla nunca encontrarían las señales, (aunque siempre las han tenido delante de sus narices hasta el momento presente) ya que, no formaban parte del conocimiento de su conciencia. Pero el auténtico reto se les presentaba a la hora de preservar esos tesoros ancestrales para sus futuros herederos, los actuales canarixs.
Se reunieron en su cueva-hogar, por última vez, y se despidieron de sus hijos e hijas, lxs cuales quedarían a cargo de la comunidad de su Guanartemato. Aquerata y su grupo de Maguadas tenían una misión compleja y profunda, para lo cual, tendrían que mantenerse en un mismo lugar hasta que llegara la despedida final. En cambio, Tagooreste debía emprender el camino hacia los lugares sagrados de Tamaran junto al resto de los miembros de su Tagoror.
Pero antes de comenzar sus destinos, y por última vez, se reunirían con las Harimaguadas y los Güirnifs venidos de todos los rincones de la isla, en el Lugar, el cual es, el corazón y punto central de Atameran. Allí, se encendería el fuego durante los siete días de meditación, oración, proyección y celebración de rituales. Una vez finalizado dicho periodo sagrado, se trasladaría dicho fuego al templo del Bentayga, en cuyo interior permanecerían las Harimaguadas y muchos de los habitantes de la zona central de la isla, hasta que Tagooreste y su grupo finalizara el recorrido cósmico-telúrico por Tamaran.
Me gustaría parar el relato aquí para que todas las personas que lo lean, reflexionen y tomen conciencia del nivel de responsabilidad y entrega de nuestrxs antepasadxs. No fue una tarea fácil, porque además en ese mismo momento, ya las matanzas habían comenzado. Sus corazones estaban rotos y sus mentes debían vencer el miedo a quedarse paralizados y a sucumbir, todos los días, todas las horas, todos los segundos. Hay que tener los pies bien puestos en la tierra para no perder el equilibrio y rendirse ante la evidencia, y así lo demostraron, porque para ellxs el significado de su existencia se extendía mucho más allá de aquella terrible experiencia; sabían y sentían que no era el final, sino un Nuevo Comienzo.
Como el que vivimos nosotrxs ahora, en este tiempo, con otro contexto aparentemente diferente en la superficie, pero con muchas similitudes en los patrones profundos de la evolución de la Tierra y todos sus hijos e hijas.
Capítulo 6
La madre Tierra en algún momento de su evolución, tal y como mencioné en la parte primera, separó su mente de la nuestra. Nos soltó de la mano, con la cual nos guiaba, y nos permitió iniciar un nuevo sendero con posibilidades infinitas. Nos dio la independencia para crecer y madurar como especie. ¿Qué ocurrió exactamente? ¿Qué pasó con nuestra mente y nuestro cuerpo? ¿Cómo cambió la vida de aquellos “Homos”? ¿Qué repercusión tuvo en el resto de las especies y del planeta?
Para que se puedan orientar en el tiempo, el big-bang de la mente humana comenzó hace unos 50.000 años y hace unos 35.000 años se produjo otro cambio importante y decisivo para todos los seres del planeta. Aquellos “Homos” comenzaron a usar la capacidad de soñar para visualizar el futuro. La humanidad dio un salto extraordinario cuando se utilizó “el soñar despierto”. Fue el inició de la creación abstracta, de la proyección de planes en la pantalla mental, de crear un futuro distinto al que la madre Tierra había planeado para nosotrxs hasta entonces. Este hecho está bastante aceptado por la comunidad científica que se dedica a esta investigación. Ahora, hay que añadir los cambios que se produjeron paralelamente en otros ámbitos de la evolución humana y no contemplados por la actual ciencia.
En el momento en que nos soltamos de la mano de la diosa-Tierra, también dejamos de recibir parte de la información vital para nuestra supervivencia, la cual hasta entonces se activaba a través de nuestro contacto y nuestra interacción conscientes con las redes cosmo-telúricas.
Estas redes universales, la cuales en este planeta Tierra tienen unas características específicas y diferentes según nos alejamos de la última capa de nuestra atmósfera, tienen la misión (entre otras muchas) de activar un circuito de patrones guardados en nuestro ADN, que de otra forma quedan inactivos. Igualmente, sostienen los campos morfogenéticos que guían el proceso de crecimiento de todas nuestras células. Es muy importante aclarar, en este punto, que sólo la raza humana, curiosamente hemos quedado una única especie de homos, cerró la conexión con la red. El resto de los seres sigue aún en plena comunicación e interacción. ¿No será éste, uno de los hechos por los que nos sentimos cada vez más solitarixs? ¿Desde nuestra primera Historia escrita, no hemos iniciado una carrera desesperada por encontrar nuestro lugar y nuestro sentido a esta existencia en el planeta Tierra?
Hagamos aquí otra pequeña pausa y tomemos una respiración profunda. Desde que nacemos en este plano humano, “nos cortan el cordón umbilical”, pero sólo el físico, existen “otros” que sí quedan operativos, aunque estos conocimientos ya no se cultivan en nuestra actual cultura occidental. ¡Pues ya es hora de empezar!, aunque sé que muchas y muchos ya han comenzado esta camino, volvamos a respirar profundo y “reconectemos”; vamos a apoyar el dedo corazón, de la mano derecha, en nuestro tercer ojo (punto situado entre las cejas y por encima del caballete), mientras colocamos el dedo corazón de la mano izquierda en el ombligo. A continuación presionamos ligeramente con ambos dedos en sendos puntos y comenzamos una respiración lenta, sin apneas, es decir, inspiro y espiro sin desconectar la entrada y salida del aire de mi cuerpo. Permanezcan unos minutos así, observen las sensaciones que surgen. Ahora ya tienen una herramienta sencilla y eficiente para comenzar a sentir esos otros cordones umbilicales. Les recomiendo que lo hagan en lugares donde la naturaleza reine en los alrededores.
Capítulo 7
Tagooreste y su grupo de guaires-guerreros deseaban estar en primera línea de batalla, defendiendo a su pueblo, protegiendo y salvaguardando su destino. Pero tenían que centrarse en su primer objetivo; el recorrido por los puntos cosmo-telúricos, el cual era largo y complejo, ya que sólo era conocido y revelado a aquellxs que habían cultivado el respeto y la devoción por la Vida en la Tierra.
Pasaron tres meses y se acercaba el solsticio de verano, la bienvenida al nuevo año de su calendario. Para entonces, ya había finalizado su misión. Tagooreste sentía que se acercaba el final y escuchaba como su corazón se rompía de dolor.
Aquerata y las demás Maguadas, habían continuado, desde el invierno, con su tarea de sanadoras, al igual que con el trabajo en las líneas de ley. Ya se preparaban para despedirse de la comunidad que estaba refugiada en el Bentayga. Debían recorrer un buen trecho que duraría aun de días, hasta llegar al punto de encuentro con Tagooreste y su grupo. Éste era el último viaje a través de su isla, luego tendrían que fluir con el destino que la Diosa les indicara.
El lugar de encuentro para el Ritual de rituales, era un punto de alto riesgo para sus vidas, ya que, los invasores (guiados por los traidores canarios) lo habían sitiado. Se había apostado en dicho lugar, un grupo de soldados comandados por un mercenario italiano, el cual sólo buscaba el momento de irse de aquel paraje solitario, sin tesoros ni esclavos a la vista.
Dos días antes, del solsticio de verano, amaneció nublado y con un fuerte y húmedo viento del norte, si este tiempo se mantenía sería una gran ventaja para Tagooreste y Aquerata. Los antiguos canarios eran personas bien entrenadas para la batalla, con una gran fortaleza y forma física. Desde la infancia, recibían entrenamiento físico y mental de sus padres y familiares. Aprendían jugando, y jugando descubrían como usar su poder para sobrevivir.
El Ritual comenzaría justo en el momento de la puesta de sol, en el instante, en el cual, la energía telúrica de la tierra alcanza un punto máximo.
Mucho antes de llegar al lugar Sagrado, Aquerata y Tagooreste, con sus respectivos acompañantes, se encontrarían en Guayadeque con otros clanes de canarixs que habían llegado de todas partes de la isla para compartir este momento tan especial. Así fue, se reunió un grupo de mujeres y hombres, cuya misión era prepararse para recuperar el lugar Sagrado y cerrar el ciclo de esa parte de su historia como pueblo Libre.
Según iban pasando las horas, se reunieron en torno al fuego para relatar los hechos y recuerdos de su historia ancestral, los cuales les servirían como alimento e impulso para sus corazones. Todo había sido organizado y planeado minuciosamente.
Magec salió temprano y su luz se escondió detrás de las nubes venidas del océano y su voz se confundió con el viento del norte. El grupo de canarixs, con Aquerata y Tagooreste a la cabeza habían llegado la noche anterior a las cercanías de la pequeña montaña bermeja sitiada. En silencio y aprovechando el fuerte viento, se acercaron hasta el grupo de soldados que montaban guardia. En unos segundos, los centinelas fueron reducidos. En la lucha cuerpo a cuerpo, los invasores no tenían nada que hacer, sobre todo porque no luchaban con su corazón, sino por ambición y cegados por una cruel y profunda ignorancia. En cuestión de pocos minutos, la montaña había sido recuperada por los canarios. Aún no había calentado el sol, cuando las Harimaguadas comenzaron a preparar el lugar para el Ritual Sagrado.
Llegó el mediodía, ese momento del día de verano cuando la sombra y el cuerpo físico casi caminan juntxs y los rayos del sol penetran por el punto más alto de la cabeza. Justo en el centro del Almogaren, Aquerata y Tagooreste, alrededor de ellxs y en el círculo exterior, el resto del grupo de canarixs en profundo silencio y calma. Solamente se escuchaba el sonido del viento en las rocas circundantes, el cual resonaba en sus pechos. Todxs ellxs llevaban pintados en sus cuerpos los símbolos que representaban a sus respectivos clanes y los que ese día señalaban el acontecimiento que les reunía. Sus pies enraizados en tierra y sus brazos alzados en recepción de luz y energía radiante. Se mantuvieron concentradxs, mientras nuestros dos protagonistas decían desde los más profundo de sus almas: “Aika amahuae, attissir Tamaran, amanai Atadamana”.”Anate ara, anate arama, anate araguaite, anate akatan, anate asebe, anate atabara”, “amanai Alkorak”. Sea con nuestra madre, y por Tamaran, sea con la Diosa, madre de todos nuestras y nuestros descendientes”. Somos lxs descendientes de “la Puerta”*, de la tierra madre, de la tierra padre, de todos nuestros difuntxs, de todxs nuestrxs antepasadxs y de los que se nos han unido. “Que sea con la Diosa y con Su esencia que lo creó todo”.
La ceremonia finalizó. Ahora esperarían una señal de fuego, la cual daría paso al Último Ritual o punto de inflexión en nuestra historia.
Los rituales de los antiguos canarios señalaban todos los ciclos naturales, además, marcaban el espacio para narrar su historia (hechos, hazañas, leyendas, mitos), remota y presente, y como forma de educar a las generaciones más jóvenes o a los extranjeros que pasaban a formar parte de su comunidad. Daban paso, también, al tiempo y al momento de reunión social para tomar conciencia de todo lo que acontecía en la comunidad. Así mismo, los rituales, al igual que sus costumbres espirituales, no eran parte de una religión estructurada, rígida, dominante y/o fanática. No era un sistema de creencias ideadas para dominar o manipular las necesidades humanas. Dichos rituales y creencias espirituales fueron el producto de, su experiencia directa con la naturaleza desde la vivencia humana y, evidentemente, de la evolución con otras culturas humanas. Una experiencia que iba de los acontecimientos más abstractos hasta las vivencias más concretas de la vida, tal y como se puede observar, por ejemplo, en sus ídolos, cerámica, símbolos, petroglifos, etc…
Después de tres días de vigilia y oración, en la segunda noche del solsticio de verano, brilló el primer fuego en la lejanía. Después y como si estuvieran ordenadxs, fueron apareciendo, desde la reciente oscuridad del atardecer, y desde todos los lugares de la isla, las llamas amarillas y naranjas de las gigantescas hogueras que anunciaban el final y el principio de su nuevo año o periodo de estaciones y lunaciones. Esta vez además, el oráculo de la “Rueda de Vida”* anunciaba el presente inmediato que iban a vivir, como esclavos, fuera de su tierra y también en ella misma. Un presente que ha durado quinientos años y hemos sobrevivido. No sólo la sangre está viva y presente, sino también se mantiene vivo el ejemplo de un pueblo, que pese al maltrato y privaciones físicas, intelectuales y económicas, ha demostrado una capacidad de resiliencia extraordinaria.
El fuego de las hogueras de esa noche mágica también les delató a los ojos de los invasores. Todos los canarixs lo sabían, pero fue la última demostración de supremacía y de poder que nuestrxs antepasadxs guardaron con orgullo para sus descendientes. Para nosotras y nosotros.
AMANAI
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